Hacia mucho tiempo que se echaba de menos la figura Materna por las aceras de Cristina. Ella estuvo fuera de su camarin durante meses, haciéndose muy larga su espera. Pero por fín llegó el día 12 de septiembre, quiso volver en la jornada que la Iglesia dedica al Dulce Nombre de María, y ese día estaba señalado en rojo por los corazones nazarenos que rezan a la Madre de Dios mediante la sagrada imagen de la Virgen del Traspaso. Durante todo el día viví momentos muy íntimos con la Señora y los viví con la intensidad que da un reencuentro después de meses de espera. En la Hermandad desde unos días antes había el ambiente que solo se aprecia cuando algo grande pasa. Nervios, ilusión, ganas, trabajo y mucha impaciencia porque el día de su vuelta parecía que no llegaba nunca. Pero llegó, y lo hizo con un patio rebosante cual la más espléndida de las Noches de Jesús. La Cruz Alzada enfiló la puerta de la Capilla cuando la Señora, exquisitamente vestida con su guardapolvo cual dama que viene de viaje, se dispuso a salir por la angosta puerta de la Casa-Hermandad. Entonces pasó algo que no se ocurrir con frecuencia en Jerez y me impactó sobremanera, se hizo el silencio. Ese silencio de las grandes tardes, ese silencio que es antecedido del murmullo propio de las tardes de expectación. Y es que cuando salió Traspaso la gente se quedó sin habla. El silencio duró unos minutos que a mi me parecieron eternos y se rompió con el repique a gloria de la "San Sebastián" que así quiso darle su bienvenida. Cuando la Señora ya estaba apunto de entrar por fin en su casa una lluvia de pétalos comenzó a caer desde el cielo y en el suelo pisaba una alfombra hecha con el amor de las madres nazarenas. Fue entonces cuando comenzó a escucharse el celestial sonido de "Amarguras" para elevar las almas de la multitud que allí se agolpaba. Despacio, sin prisas llegó la Señora hasta su altar donde se rezó el Te Deum, en una capilla solo iluminada por los cirios del altar. Tras un besamanos lleno de imágenes emocionantes se acabó el acto de recepción de Nuestra Madre y Señora del Traspaso, pero ya con la alegría de saber que cada vez que entre en la Capilla estará Ella para escucharme. Ya Cristina no echa nada de menos... por fín vuelve a tener la figura Materna que tanto echaba en falta.