Siempre decimos que todo Jerez y en especial, las hermanas y hermanos de Jesús, tenemos la responsabilidad de ser celosos custodios de Jesús y Nuestra Madre. Al igual que guardianes y orgullosos transmisores de ese inmenso tesoro, que guardan en las retinas y corazones todos nuestros mayores.
También tenemos la suerte de que en cualquier rincón de los recuerdos, en alguna antigua caja de madera o en aquel cajón con carpetas azulplomo con gomillas vencidas, nos aparece una foto, un recuerdo.
Suele ser así, que de pronto, con estrenada sorpresa, nos aparece como si nos estuviese esperando, ese trozo de papel, esa instantánea. Esa reliquia de oraciones y de Fe, que nuestra abuela guardó o perteneció a alguién, que en cada Noche de Jesús, sigue vivo y renaciendo en la llama de algún farol.
Corrían otros tiempos, otra sociedad, eran los tiempos de Don Lino, de Salvador, de Mera, de Pepillo ... pero todas las agujas que marcan los destinos y a los hermanos, tenían y tienen un mismo fin: Jesús Nazareno. Preciosa lección la del tiempo, todos pasamos pero Jesús y Nuestra Madre siguen y seguirán ahí, velando por nosotros.
El documento nos muestra como el genial torero jerezano, Rafael de Paula, hermano y devoto de Jesús, regala como ofrenda a nuestra Madre, un traje de luces para que se le realizara una saya.
Un Rafael de Paula al que muchas tardes, Salvador le abría la Capilla, para que el torero se encomendara al divino Nazareno y a su Madre antes de sus temporadas taurinas.
El tiempo ha pasado, pero la instantánea, los que ya no están, y la verde saya torera, siguen en la Hermandad y pertencen al ajuar de Nuestra Madre, y de nuestros corazones nazarenos. Desde la Hermandad seguimos agradecidos por la ofrenda y seguimos compartiendo las oraciones con Rafael.
Gracias de corazón.